Este libro contiene una serie de relatos breves literalmente extraordinarios. El conjunto lo es; no se parece a nada. Por eso, aunque enumerables, no se pueden contar ni se debe, ya que habría que recurrir a la analogía y la comparación: como segmentos de sueño, como kafkianos, como historias abiertas, como situaciones entrevistas por resquicios de parpadeo, por fonogazos. Pero todo eso miente porque muchos no caben. Y no son oscuros sino claros, incluso transparentes, es decir: tienen una materialidad manifiesta - la provincia de Córdoba, una esmeralda indigerible, la cajetilla Jorge Newbery, los enanos y su sino, juguetes grandes y chicos en la caja, un prostíbulo concéntrico en Baradero- pero se ve a través, las cosas y los hechos dejan pasar la mirada, remiten fuera de sí. Si bien no se sabe ni hay que descubrir a qué remiten; no significan ni simbolizan. Los relatos de Lipcovich son formas escogidas de la perplejidad, no contestan sino con preguntas. Son breves historias puras, a veces más o menos que eso, siempre entretenidas, inolvidables y a la vez imposibles de reconstruir puntualmente, precisas sin excesos ni énfasis. A menudo el sabio narrador se contiene para que el relato no lo haga. Y no es cuestión de "dejar abierto" el final, recurso tan trillado como cerrar con doble llave aparatosa de género.

Contratapa.