En manos de Molina las palabras parecen multiplicarse en un delirio lúcido que desafía toda racionalidad, artículando libremente las imágenes según un principio de acumulación y yuxtaposición asociativa. Tal libertad, sin embargo, nunca cae en la escritura automática, que el mismo Molina ha criticado como mera "retórica" surrealista, ni traiciona la musicalidad del verso, que en sus manos se convierte en esa música potente y arrolladora que ha llegado a ser característica del poeta y que demuestra su relación privilegiada con el lenguaje y su potencia de creación verbal. (...)
Por cierto que se podrían decir muchas cosas más sobre su poesía lujosa y rebelde, transgesora y afirmativa, trazar sy filiación con la de sus admirados Baudelaire y Lautréamont, pero considero que el contacto directo con ella es la mejor manera de experimentar su seducción.
"Del prólogo de Cristina Piña". Contratapa.